martes, 13 de junio de 2023

Las Fuerzas de la Naturaleza

LAS FUERZAS DE LA NATURALEZA

El Templo del Espíritu

Lo primero que tenemos que saber al recorrer el sendero de la magia, es que todo lo que existe en la Naturaleza es sagrado y está interconectado. El principio universal de las artes mágicas es la inmanencia. La Naturaleza tiene un Espíritu que está presente en todas las cosas y nosotros ya estamos conectados a ése Espíritu.

Gracias a este vínculo interno, podemos restaurar la armonía que necesitamos, obtener el poder para transformar nuestras vidas y el impulso necesario para evolucionar. Cuando conectamos con el Espíritu (energía vital, fuerza universal, matriz divina, etc.) de manera consciente, el vínculo aumenta y nuestro poder se despierta. 

Una bruja poderosa lo es precisamente porque ha comprendido esta idea. Y sabe que cuando se conecta al Espíritu, ya no actúa sola. Cuanto más conectada está a la corriente de la vida, más energía tiene y más sabiduría fluye por ella. La clave para alcanzar el éxito con la magia está en la conexión.

La vida que llevamos en nuestra sociedad actual, nos aparta de la conexión con la Naturaleza. Habitualmente vivimos de forma atropellada. Vamos a trabajar. Nos relacionamos con los demás. Pagamos nuestros impuestos. Criticamos a los políticos y tratamos de superarnos. Esta forma de vida nos hace perder la conexión con el Espíritu y las necesidades del alma. Al esforzamos por tener una vida socialmente aceptada, dejamos de lado nuestro interior y poco a poco perdemos nuestra esencia. Esto nos lleva a vivir una vida insustancial, apartados de nuestro auténtico ser. Cuando pasan los años sentimos que se nos acaba el tiempo y nos preguntamos si la vida no tendría algo más que ofrecernos.

Cuando buscamos inspiración en el mundo antiguo, descubrimos que nuestros antepasados tenían una relación mucho más estrecha con la Naturaleza. Gracias a su forma de entender la vida nuestros ancestros sabían conectar con el Espíritu de forma instintiva. La vida física y espiritual, estaban vinculadas a todo el entorno. Las plantas, los animales, el ciclo de las estaciones y el reino mineral formaban parte de su reino. En el mundo antiguo la mayoría de la gente pensaba que la Naturaleza era la Divinidad. Esta creencia surgió de forma instintiva y natural. Como nuestros antepasados vivían en emplazamientos naturales, la relación que tenían con el entorno afectaba directamente a la supervivencia, de modo que las creencias más íntimas estaban ligadas a las fuerzas naturales.

La Madre Naturaleza era la que nos daba la vida. Ella nos sostenía mientras crecíamos, nos nutría con su alimento y nos daba los recursos necesarios para vivir. También nos ofrecía las plantas medicinales para sanarnos y la sabiduría que nos permitía avanzar. La vida, el sexo y la fertilidad eran sagradas y formaban parte del marco divino. Todo lo que era necesario para vivir formaba parte del Espíritu. La Naturaleza también era la madre de los animales y todo lo que existía conformaba su cuerpo. La observación del clima, el curso de las estaciones y los ciclos del Sol y de la Luna marcaban las celebraciones religiosas. Cuando moríamos, la Tierra nos recogía en su abrazo y nuestro espíritu viajaba al reino del más allá. Y así teníamos la concepción de que nosotros éramos partes de un todo sagrado, cuya energía era sostenida mediante una gran red de energía.

Gracias a la conexión interior con el Espíritu, los sabios del pasado descubrieron que la Tierra estaba viva y que todo lo vivo estaba interconectado. El Espíritu estaba presente en todas las cosas, formando una red de conexión. Gracias a esta conexión nos sentíamos vivos y felices, vinculados directamente al Espíritu, que estaba presente en todo y lo alimentaba todo. En lugar de sentirnos separados de la creación, éramos uno con ella.

Los ancianos, los chamanes, los magos, las curanderas, los herreros, los poetas, las comadronas, las herboleras y las brujas, descubrieron que podían conectarse con esta energía desde su interior. Sabían interpretar los mensajes de la Naturaleza y acceder a la información que venía de la conexión que establecieron con el Espíritu. Gracias a la observación del entorno y a su propia intuición, los sabios aprendieron a interpretar el lenguaje de los pájaros, las señales del clima y los mensajes de la Tierra. Cuando surgía algún problema la gente del poblado acudía a ellos para restaurar el equilibrio y devolver la armonía original. El conocimiento era responsabilidad de los ancianos, pues ellos eran los que más experiencia tenían, y sabían aconsejar a los demás.

Los antropólogos, historiadores y científicos de nuestros días, han afirmado numerosas veces que las primeras creencias del ser humano, estuvieron basadas en el culto a la Naturaleza. Nuestros antepasados estaban convencidos de que la Madre Tierra se encontraba saturada de fuerzas “no personales” con las que podíamos relacionarnos. De modo que la oración, los rituales, las ceremonias, el baile y las danzas, servían de puente para alterar nuestra consciencia y acceder a la sabiduría que estaba en todo.

El chamanismo está considerado como una forma de espiritualidad universal presente en todos los pueblos. Siberia está considera la cuna del chamanismo, aunque el principio de veneración hacia la vida está presente en todos los continentes. Los estudios más serios y completos afirman que todas las culturas tienen prácticas similares. Los nativos americanos, los aborígenes australianos, los hechiceros africanos, los sabios celtas y los místicos de Asia, practicaron una espiritualidad basada en la conexión interior con el Espíritu. Por esto se dice que el origen del chamanismo se encuentra en el interior del ser humano, en su más pura manifestación, pues la conexión con el Espíritu se realiza sin intermediarios. 

Las religiones animistas y panteístas tienen mucho que enseñarnos sobre cómo reconectar con la Naturaleza. El panteísmo es una doctrina filosófica según la cual el Universo, la Naturaleza y la Divinidad son equivalentes. De modo que no existe una divinidad separada de la creación, sino que forma parte de ella. Esta forma de entender y desarrollar la espiritualidad nos invita a reconciliarnos con todo el entorno. Nos alienta a despertar la consciencia ecológica y eleva nuestro espíritu integrándolo en la propia Divinidad.

El animismo por su parte sostiene que todo lo que existe está animado por una energía invisible, natural y prodigiosa. Es la creencia de que “todo está vivo”, “todo vibra” y “todo tiene alma”. Y así, los árboles, las montañas, los ríos, los animales y todo lo que existe tiene su propio espíritu -que está a su vez conectado con el Gran Espíritu de la Naturaleza-. Cuando el cuerpo muere el espíritu regresa al plano superior integrándose de nuevo en su origen. El cuerpo vuelve a la Tierra y el alma regresa al Espíritu.

El animismo está considerado la primera forma espiritual natural, surgida en la Tierra. Paradójicamente los estudios científicos más modernos, están descubriendo que todo el Universo está interconectado -es decir conectado a nivel subatómico- por una energía que va más allá de la materia.

El animismo y el panteísmo son dos corrientes religiosas que se complementan perfectamente en un sistema espiritual vinculado a la vida. En los últimos años se han llevado a cabo debates interesantes sobre cómo recuperar las ideas antiguas y traerlas de nuevo a nuestro mundo. Algunos científicos han intentado desarrollar el concepto de “El Alma de la Naturaleza” a través de diversas teorías. Geólogos tan célebres como James Hutton[1], consideraban la Tierra como un organismo vivo. Otros autores como James Ephraim Lovelock la respaldan. La “Hipótesis Gaia” de Lovelock nos cuenta que la Tierra y todo el ecosistema es un organismo vivo capaz de auto regularse así mismo.

Según esta teoría el ser humano no es el dueño del mundo, sino una parte de él. Desde esta visión integral, las especies que saben cuidar la Tierra y adaptarse a sus ciclos, tienen mayores posibilidades de sobrevivir y desarrollarse. Y esto coloca a la raza humana en el primer escalón de responsabilidad ante la vida, los animales y el ecosistema.

Esta forma de espiritualidad natural, llegó a su fin cuando la conciencia humana centró su atención en el aspecto material del entorno (dejando de lado el espiritual). Cuando el pensamiento racional ganó terreno y la “consciencia de unidad” quedó olvidada, la cosmovisión del Espíritu presente en todo, dejó de cuidarse. Cuando aparecieron las religiones patriarcales la conexión con el Espíritu de la Naturaleza se olvidó y la comunicación con la Divinidad cambió. Pasó a darse únicamente a través el sacerdocio oficial y el instinto natural se cuestionó.

Las religiones patriarcales son las que conciben a la Divinidad como “Padre”, apartando a la “Madre” en su concepto divino (o relegándola a un nivel inferior). Y así el judaísmo, el cristianismo y el islam concibieron a la Divinidad exclusivamente como “Masculina”, dejando de lado a lo “Femenino”.

Con o sin intención, lo cierto es que esta visión de la divinidad, apartó a la mujer del oficio sagrado y todo lo relacionado con la sacralidad de la Tierra pasó a considerarse malvado, impuro o imperfecto. Cuando el cristianismo llegó al poder, la expansión patriarcal se hizo más fuerte y las religiones antiguas fueron perseguidas acusándolas de malvadas o diabólicas. Se condenó a la mujer por ser la causante del pecado original. Se condenó a la Madre Tierra por ser la fuente del placer, y se enfatizó el hecho de que la Divinidad estaba sólo en el cielo. Los antiguos conceptos de la espiritualidad natural se olvidaron. La religión se convirtió en política y el amor puro hacia la Tierra dejó de alimentarse.  

Quienes siguieron con las antiguas costumbres se vieron obligados a mantenerse ocultos o a morir condenados. Durante casi cinco siglos la antigua espiritualidad basada en la Tierra, estuvo perseguida con la llamada “Caza de Brujas”. Esta persecución provoco millones de muertes, causando el caos y la destrucción de las antiguas creencias. El terror se extendió por toda Europa. La sabiduría antigua prácticamente se perdió. Sólo se mantuvo en grupos reducidos y en sociedades secretas que trataron de recuperar el conocimiento sagrado. Cualquier científico, místico o pensador que se atreviera a cuestionar el poder dominante estaba expuesto a ser juzgado y a morir condenado.

Tiempo más tarde cuando llegó la revolución científica, la mentalidad de Europa pasó de ser religiosa a ser escéptica. La creencia en el alma, en la magia y en la Divinidad, estaba pasada de moda. Ahora la única verdad era la ciencia. Creer en adivinos, brujas y magos estaba mal visto. Era sinónimo de incultura o superstición engañosa. Si alguien recurría a los sabios para consultarlos o solucionar problemas, corría el riesgo de ser tachado de supersticioso, ignorante o psicótico. A partir de la Era Moderna y la consecuente Revolución Industrial, la idea de vivir una vida espiritual conectada a la Naturaleza quedó colapsada. Si alguien deseaba desarrollar su espiritualidad debía hacerlo a través de las religiones socialmente aceptadas o en los grupos mágicos secretos.

Cuando llegó el Siglo XX el hombre occidental dejó de sentir atracción hacia el materialismo y comenzó a notar que "faltaba algo". Y fue la propia evolución científica la que se encontró de nuevo con la Naturaleza invisible del Universo. Los científicos descubrieron un nuevo nivel de la realidad. Este nivel iba más allá de las leyes descritas por Isaac Newton[2], donde la única ley conocida y aceptada era la de la materia. Ahora los científicos comenzaban a aceptar la idea de que el Universo no sólo era solo físico como se creía, sino energético.

A partir del 1900 el físico alemán Max Planck (fundador de la Teoría Cuántica y galardonado con el Premio Nobel de Física en 1918), afirmó que todo lo que existe en la Naturaleza está interconectado por una especie de Matriz Divina. Para Planck una Inteligencia Universal sustentaba toda la materia y el mundo que percibimos. Esta inteligencia estaba a un nivel invisible, subyacente, pero presente en todo el Universo.

Ahora la ciencia había descubierto nuevas dimensiones, universos paralelos y energía ondular. La cosmovisión científica de que el Universo era algo material, mecánico, determinista y gobernado por leyes fijas, no estaba tan clara. La materia ya no podía comprenderse sólo como “algo sólido”, ya que a nivel subatómico estaba sujeta a numerosas variantes. Conforme la ciencia avanzó aparecieron los nuevos descubrimientos y el modo de ver el Universo cambió. En lugar de hablar sólo de materia, se empezó a hablar también de energía. Ahora la materia y la energía eran las dos caras de una misma moneda. Una era el reflejo de la otra. La única diferencia entre ellas, era el tipo de vibración que las componía.

En lugar de hablar de determinismo se empezó a hablar de probabilidades. Más allá de las dimensiones conocidas (alto, bajo y fondo), existían más dimensiones de lo que se pensaba. Y así el Universo dejó de verse como un espacio tridimensional y empezó a verse en su verdadera naturaleza multidimensional

La Física Cuántica descubrió que en el Universo todo es energía interconectada. Y no sólo eso, sino que los seres humanos con nuestros pensamientos y emociones, podíamos influir en la materia molecular, provocando cambios y transformaciones materiales. Científicos tan  notables como Raphael Bousso[3], han afirmado que no hay separación alguna entre las manifestaciones del Universo. Y que todo lo que vemos tan sólo es una expresión de una misma información. Los descubrimientos científicos recientes, apuntan a que más allá de lo que captamos con nuestros sentidos, existe una trama cuántica que nos conecta a todos. De modo que los elementos, las rocas, los árboles, los animales, las plantas y todos los seres vivos, que habitamos el Universo se encuentran unidos. Cada especie individual que habita este planeta, cada ser que vive y respira forma parte de este vínculo, y su experiencia vital supone un valor añadido que afecta a todas las demás especies.

Ver la Naturaleza como una gran red donde todo está interconectado nos ayuda a tomar consciencia de nuestro papel individual. Esta visión integradora, más allá de parecer romántica, está respaldada por la ciencia. Nos hace tomar consciencia de la responsabilidad que tenemos con el mundo natural y nos devuelve el vínculo original que tuvimos al principio. 

Nos encontramos ante los comienzos de una nueva era, donde la magia y la ciencia acercan sus posturas. La ciencia nos cuenta que la consciencia del hombre es capaz de modificar el estado de la materia subatómica. La magia nos dice lo mismo. El funcionamiento de la mecánica cuántica y la magia, tienen mucho en común. Las moléculas más pequeñas que componen la materia se pueden modificar por el simple hecho de observarlas. Esto quiere decir que todos podemos transformar nuestra realidad si concentramos nuestra mente y nuestras emociones.

Saber que la ciencia avala lo que intuyeron y practicaron los místicos, chamanes y magos de todos los tiempos, resulta confortable para cualquier buscador de la sabiduría. La ciencia y la magia no están reñidas como parece, tan solo siguen caminos diferentes que convergen en una misma idea.

Con forme pasan los años la ciencia se está acercando más a las enseñanzas místicas antiguas. Las percepciones que tuvieron los primeros brujos y chamanes comienzan a ser respaldadas. Lo que nuestros antepasados intuyeron y practicaron de manera instintiva, vuelve a estar presente en la mentalidad de la sociedad y comienza a tener credibilidad. Los conceptos panteístas y animistas empiezan a tomarse en cuenta. Ahora no son conceptos “ignorantes” o “primitivos”, sino que empiezan a verse con otra perspectiva. Lo que perdimos, la ciencia nos lo trajo de nuevo. Y nos hizo volver al pensamiento original de que “todo está unido”, “todo es posible” y “todo es mágico” (como siempre lo ha sido).

En la comunidad mágica actual, pensamos que el desarrollo de la espiritualidad y la práctica mágica, son posibles. A pesar de nuestra historia, los magos y las brujas seguimos practicando las antiguas costumbres vinculados al Espíritu de la Naturaleza. Para nosotros la divinidad está presente en todas las cosas. Y es a través de nuestro interior (consciencia) que podemos usar este poder y mejorar nuestras vidas.

Gracias al movimiento pagano actual que renació a partir de los años 60, la espiritualidad basada en la Tierra ha renacido. Hoy en día existen miles de brujas y magos, escuelas y grupos de formación, donde se enseña la antigua sabiduría, tal y como se hizo al principio. Este fenómeno renacido resulta muy gratificante y esperanzador porque confirma que la sabiduría ancestral no se perdió.

Las brujas y los magos que seguimos las antiguas costumbres pensamos que cada uno de nosotros encarna a la divinidad. La autoridad espiritual está dentro de nosotros, pues es a través de nuestro interior que podemos conectar con lo sagrado. Todos los seres vivos formamos parte del Espíritu. Y si aprendemos a conectar de nuevo con este espíritu podremos expandir su belleza y restaurar la armonía que nuestro mundo tanto necesita.

Sabio y Bendito seas
El Brujo Shiva

[1] James Hutton (Edimburgo 1726-1797) está considerado como “El Padre de la Geología Moderna”. Descubrió que el centro de la Tierra era una bola ardiente y que los volcanes eran respiraderos de las profundidades. También fue el primero en afirmar públicamente que la Tierra no era estable como decía la Biblia, sino un sistema evolutivo de creación y destrucción constantes. También afirmó que el planeta era mucho más antiguo de lo que se pensaba. Fue el primero en captar las edades de la Tierra estimadas en millones de años.
 
[2] Se cuenta que Isaac Newton era un gran aficionado a la Alquimia y gran parte de su tiempo lo dedico a su estudio y práctica. Tenía su propio laboratorio y llegó a traducir del latín al inglés el conocidísimo libro hermético de “La Tabla de Esmeralda”.
[3] Raphael Bousso 1979, Profesor de Física y Cosmólogo- Universidad de California.


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