lunes, 12 de junio de 2023

El Altar en la Vida Diaria

La Sacralidad de la Vida

    Cuando observamos el altar de la magia, nos damos cuenta enseguida de que todos los elementos, conforman un Microcosmos donde lo sagrado confluye con nosotros. Crear el altar y consagrarlo es el primer paso. Sin embargo, esto solo es el principio. Hay que limpiarlo, cambiar las flores cuando se marchiten y atenderlo regularmente.

El agua de la copa se cambia una vez al día para evitar que se corrompa. En ella se concentran las energías del ambiente y conviene renovarla. La sal del plato resiste mejor el paso del tiempo y se cambia una vez al mes. Las cenizas del incienso se usan como abono para las plantas, y la cera de las velas se arroja a la basura para evitar la contaminación.

Mantener el altar en perfectas condiciones es lo más recomendable para que la energía se sienta saludable. Cuando hacemos esto participamos en el oficio de los sabios, nos conectamos a lo divino y afirmamos nuestra fe.

El altar es una herramienta magnífica para lograr la trascendencia. Además de servir como soporte para practicar los rituales, también nos ayuda a sacralizar nuestra vida. En él podemos expresar nuestras necesidades más urgentes, rezar y agradecer. Cuando estamos pasando por un mal momento, podemos colocar las manos sobre él y sentir que las energías vitales se fusionan con las nuestras. Si algún miembro de la familia está enfermo podemos colocar una fotografía suya y pedir su curación. También podemos incluir en él nuestras ofrendas (como flores, comida o frutas). O simplemente podemos acercarnos a él y llorar si es el momento de hacerlo.

 Algunos magos con educación religiosa sienten que el altar es “demasiado sagrado” como para usarlo a diario. Piensan que es un espacio solo para conectarse con la Divinidad. Esto sucede cuando en tu interior hay una brecha que separa lo sagrado y lo profano. A mí me pasó.

Cuando empecé en el arte mágico me di cuenta de que mi altar se parecía más a una galería de arte, que a un lugar de encuentro entre mi consciencia y el Espíritu. Habiéndome educado en una cultura judeocristiana, sentía que el altar era solo para ocasiones especiales. De modo que no lo usaba casi nunca. Inconscientemente sentía que no debía incluir en él mis necesidades mundanas. Pero conforme fui descubriendo las culturas antiguas, me di cuenta de que el problema estaba en mi educación.

Para nuestra cultura occidental rezar y expresar nuestra fe es algo aceptable. Encender una vela en el altar es algo aceptable. Poner flores en el altar es algo aceptable. Sin embargo, comer, bailar o sentir pasión es algo profano y hay que ocultarlo.

¿Pero acaso no pueden ser sagrados estos mismos conceptos? 

¿Qué es lo que determina que algo sea “sagrado” o “profano”?

Según la Real Academia Española lo profano es “aquello que no es sagrado ni sirve para el culto”. Es lo irreverente, lo contrario al respeto que se debe a las cosas sagradas. Según esta definición, aquello que no es aceptable se rechaza. Sin embargo, la historia nos dice lo contrario.

Analizando las culturas antiguas descubrí que los mismos conceptos, -ahora supuestamente “profanos”- estaban vinculados a las divinidades. La danza -por ejemplo- formaba parte de la devoción, la desnudez era sagrada y la comida también se usada como símbolo de conexión con el Espíritu. Para las culturas antiguas todo formaba parte de la divinidad, de manera que comer, bailar o sentir pasión, eran elementos tan sagrados como meditar y rezar. Y lo eran precisamente porque formaban parte de la vida.

Al revisar esta información, comprendí que todo en la vida podía ser sagrado si así lo decidía. De manera que empecé a transformar mi percepción de lo que era profano y sagrado y reconcilié ambos conceptos. Para hacerlo comencé a incluir peticiones que resultaran naturales (como el trabajo, la salud, el amor, la familia o el logro de objetivos prosaicos). En lugar de ver el altar como un sitio exclusivo del Espíritu, lo integré como parte de mi vida diaria. El resultado de esta reconciliación, fue una vida más pacífica y armoniosa.

Si te encuentras con el mismo conflicto, necesitas encontrar el punto medio y reconciliar ambos conceptos. Has de aceptar que tu altar refleja tu fe, pero también tu modo de vida. Tu corazón no puede sentirse completo si te sientes dividido. En cambio, cuando reconcilias ambos conceptos, el altar te permite desarrollar tu vida espiritual y mundana de forma equilibrada.

Conozco a una bruja que tiene su altar en la cómoda del salón. Es madre de familia y una bruja de ciudad. En su altar se ven fotos y objetos familiares. En él desarrolla su magia combinándola con la vida diaria. Cuando surge algún problema se pone ante su altar y reza pidiendo asistencia para toda la familia. También lo usa para celebrar los acontecimientos más importantes de su clan. Cuando se quedó embarazada de su última hija, trajo la primera ecografía a casa y la puso en el altar como agradecimiento al Espíritu.

¿Qué puede haber más sagrado que el nacimiento de un bebé?

Para ella, la vida y la familia son sagradas y utiliza su altar como punto de conexión con el Universo. Cuando alguno de sus hijos le trae un dibujo de la escuela, lo toma y juntos lo ponen en su altar. También lo usa para motivos “mundanos”. Cuando recibe una cantidad de dinero inesperada coloca el recibo del pago en el altar como agradecimiento al Espíritu.

¿Acaso el dinero no le sirve para alimentar y mantener a su familia?

Ella coloca el recibo sobre la sal porque la sal está asociada a la prosperidad. Cuando considera que el ciclo ha terminado, lo guarda en el cajón de las facturas y continúa con su vida. Su altar cambia constantemente y refleja la evolución de su propio sendero. La relación que tiene entre su altar y la divinidad, está sostenida en su propia consciencia, pues para ella todas las necesidades son igual de importantes. El uso que le da a su altar refleja lo bien que ha sabido reconciliar ambos conceptos, ya que para ella, todo es sagrado.

El altar de la magia alcanza el máximo provecho cuando nos sirve como punto de apoyo en nuestra vida diaria. Está ahí para expresar nuestra fe, pero también para expresar nuestras necesidades mundanas. Yo uso el altar para todas las cuestiones. Lo uso para rezar, meditar y agradecer. También para reconocer mis necesidades materiales, mentales y emocionales. Para hacerlo escribo una tarjeta con aquellos deseos que me gustaría ver realizados -como tener más conocimiento, mejorar mi conexión o encontrar algo que deseo-. Cuando lo escribo en el papel estoy manifestando de forma física mi necesidad y "sacándola de mi interior". Luego, esa tarjeta la pongo sobre el Pentáculo y encima pongo una velita pequeña de té. Enciendo la vela y le pido al Espíritu que escuche mi oración.

Hacer esto -que parece tan sencillo- provoca en mi interior una revolución. Remueve mis pensamientos y saca mis emociones más profundas. Coloca mi mente frente a mi realidad y me ayuda a tomar consciencia de mis necesidades. Todos tenemos necesidades diarias y expresarlo de forma ritual nos ayuda a centrarnos en su logro. Cuando termino la devoción, toco la campana tres veces y dejó consumir la vela. Al terminar, me unjo a mi mismo con Agua Florida (ver lección) y doy las gracias al Espíritu.

No hay ninguna experiencia que sea demasiado grande o pequeña como para no incluirla en tu altar. Todo en la vida puede ser sagrado si así lo decides. Aprender a usar tu altar como punto de apoyo depende de ti, de tu consciencia y de tu propia concepción divina. Si todavía te sientes dividido, mira tu altar y observa a los cuatro elementos. Ellos te recuerdan que la vida se mantiene en armonía gracias a la conexión equilibrada de sus fuerzas. Mientras mantengas el equilibrio entre lo “sagrado” y lo “profano” el altar te servirá y tu vida irá bien.

Sabio y Bendito seas

El Brujo Shiva

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